Hambre y pobreza rural en Centroamérica. Lecciones aprendidas desde los programas PESA
ISSN:
2695-6462Date:
2022-09-01Subject:
Abstract:
Dos de los principales indicadores del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 2 (ODS2: “Hambre Cero”) son la subalimentación (mide la suficiencia del consumo de energía per–cápita) y la desnutrición crónica infantil (mide el retraso en el crecimiento). La realidad en Centroamérica para estas variables es preocupante: salvo en Costa Rica, los datos están muy por encima de la media de América Latina y el Caribe (FAO, FIDA, UNICEF, PMA y OMS; 2018).El problema principal no está relacionado con la disponibilidad de alimentos, ya que el suministro per cápita en todos los países del istmo supera los requerimientos nutricionales, en términos calóricos, estimados en las Canastas Básicas de Alimentos (CBA) que determinan las líneas de extrema pobreza (Carrazón y Gallardo; 2018). Las causas del hambre hay que buscarlas, principalmente, por el lado del acceso a los alimentos. Y el acceso económico a los alimentos está determinado por el precio de los mismos y sobre todo por los ingresos monetarios para adquirirlos. Por lo tanto, aunque hambre y pobreza no son lo mismo, van siempre unidas: hay una fuerte correlación entre ambas. Al igual que sucede con el hambre, la pobreza también presenta en Centroamérica unas cifras muy superiores a la media de América Latina y el Caribe (ALC), salvo en Costa Rica. Este trabajo presenta tres principales conclusiones a juicio de sus autores, no de los ejecutores de los proyectos. La primera conclusión se refiere a los instrumentos de la cooperación, al diseño de los proyectos. Los PESA fueron paradójicos: se concibieron como “pilotos” pero lograron sus mayores aportes fuera de las actividades de campo que pretendían luego ser escalables.La segunda reflexión es de interés para las agencias donantes, en el sentido de que un apoyo externo al diálogo de políticas públicas, independientemente del tema, requiere de dos elementos fundamentales, no siempre fáciles de aportar de forma simultánea: tiempo y flexibilidad.Y la tercera conclusión podría interesar más a los tomadores de decisión en los Gobier-nos, a los formuladores de políticas públicas que quieren enfrentar la pobreza rural en Centroamérica: no se trata tanto de un debate sobre el enfoque o concepto que se va a trabajar (¿Seguridad Alimentaria frente a Desarrollo Rural?; ¿La lucha contra el hambre es prioritaria respecto a la reducción de la pobreza?), sino un debate sobre cómo utilizar todos los instrumentos y análisis disponibles de forma simultánea.
Dos de los principales indicadores del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 2 (ODS2: “Hambre Cero”) son la subalimentación (mide la suficiencia del consumo de energía per–cápita) y la desnutrición crónica infantil (mide el retraso en el crecimiento). La realidad en Centroamérica para estas variables es preocupante: salvo en Costa Rica, los datos están muy por encima de la media de América Latina y el Caribe (FAO, FIDA, UNICEF, PMA y OMS; 2018).El problema principal no está relacionado con la disponibilidad de alimentos, ya que el suministro per cápita en todos los países del istmo supera los requerimientos nutricionales, en términos calóricos, estimados en las Canastas Básicas de Alimentos (CBA) que determinan las líneas de extrema pobreza (Carrazón y Gallardo; 2018). Las causas del hambre hay que buscarlas, principalmente, por el lado del acceso a los alimentos. Y el acceso económico a los alimentos está determinado por el precio de los mismos y sobre todo por los ingresos monetarios para adquirirlos. Por lo tanto, aunque hambre y pobreza no son lo mismo, van siempre unidas: hay una fuerte correlación entre ambas. Al igual que sucede con el hambre, la pobreza también presenta en Centroamérica unas cifras muy superiores a la media de América Latina y el Caribe (ALC), salvo en Costa Rica. Este trabajo presenta tres principales conclusiones a juicio de sus autores, no de los ejecutores de los proyectos. La primera conclusión se refiere a los instrumentos de la cooperación, al diseño de los proyectos. Los PESA fueron paradójicos: se concibieron como “pilotos” pero lograron sus mayores aportes fuera de las actividades de campo que pretendían luego ser escalables.La segunda reflexión es de interés para las agencias donantes, en el sentido de que un apoyo externo al diálogo de políticas públicas, independientemente del tema, requiere de dos elementos fundamentales, no siempre fáciles de aportar de forma simultánea: tiempo y flexibilidad.Y la tercera conclusión podría interesar más a los tomadores de decisión en los Gobier-nos, a los formuladores de políticas públicas que quieren enfrentar la pobreza rural en Centroamérica: no se trata tanto de un debate sobre el enfoque o concepto que se va a trabajar (¿Seguridad Alimentaria frente a Desarrollo Rural?; ¿La lucha contra el hambre es prioritaria respecto a la reducción de la pobreza?), sino un debate sobre cómo utilizar todos los instrumentos y análisis disponibles de forma simultánea.